Mientras nuestra
máxima autoridad recomienda manjares carnales para acrecentar
las diferentes virtudes que fecundan en nuestro nutrido
cuerpo, La Cocina Práctica decidió realizar una exxxhaustiva
búsqueda argumental que permitan sostener los discursos
crísticos. He aquí (o allí en vuestros hogares, como les sea
más leve) el raconto, recuento, o verso, acerca del erotismo
cocinero. Reproducimos pués y al pie, va de yapa-plus una
receta erótica que se las trae... enjoy... Y
COMAN!!!!!
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"Amigos de las
picardías, los franceses del siglo XVII llamaron 'Pousse á
l'amour' al brebaje. Su popularidad se derramó por Europa y
los libros de aquellos tiempos dejaron constancia de sus
milagrosas propiedades, que renovaban el aliento viril de los
caballeros y despertaban juveniles entusiasmos en las damas.
Preparar la mezcla era casi un fascinante pecado, el prólogo
de alguna ardiente efusión amorosa.
Ningún puritano, sin
embargo, se escandalizaría hoy si le dan a beber la mezcla,
una 'mélange' que integran una cucharada de marrasquino, otra
de crema de cacao, algún chorrito de cognac y dos yemas de
huevo. Es que su fama como coctel afrodisíaco ha naufragado en
los meandros de la historia, mientras otras bebidas y manjares
ganaban parecido prestigio como excitantes sexuales.
El
interés de los humanos por los platos eróticos no ha caído
jamás en desuso; cambian, eso sí, los ingredientes que
resumirían ansiados atributos vigorizantes. Como enseñan los
que saben, los afrodisíacos se agrupan en dos troncos
principales: aquellos puramente sensoriales (visuales,
táctiles, olfativos y auditivos) y los denominados internos;
estos últimos, acicates artificiales, abarcan desde las
comidas y los tragos, a las "pociones de amor", los preparados
medicinales y las drogas prohibidas.
Lo curioso es que, a
pesar de su vasta difusión, pocos estudios científicos aluden
a la cuestión. Variedades de pescados, legumbres y especias,
han cosechado a través de los siglos la mejor opinión de los
buscadores de vigor; en ningún caso, pese a esta fama, se
encontró en los análisis químicos algún elemento que tuviera
directa relación fisiológica con el sistema genitivo.
Conclusión: muchas comidas deben su notoriedad erótica a
cautivantes pero falsas leyendas.
Abundan las explicaciones
sobre este equívoco; una de las mejores enseña que el hombre
primitivo es responsable de haber atribuido influencias de
tamaña índole a determinados alimentos y bebidas, que se han
trasmitido entre generaciones de esperanzados. En tiempor
remotos floreció la Teoría de la Signatura, que atribuía
eficacia terapéutica a las similitudes. El razonamiento: si
una planta tenía parecido visual a los genitales, por ejemplo,
también poseía características y poderes sexuales. Un caso
típico de esta manía de identificación es el nombre de la
vainilla, que en sus orígenes significa vagina.
Los animales
tornasolados
El especialista alemán en nutrición, Hans
Balzli, atesora mejores argumentos: "Una comida sazonada con
determinados ingredientes —informa— determina la combinación
de varias reacciones sensuales: la satisfacción visual a la
vista de la comida apetitosa, el aroma simultáneo de olores
placenteros y la gratificación táctil que significa gustar el
sabor de ricos platos, tiende a brindar un estado de euforia
general que conduce, a veces, a expresiones de tipo sexual".
Esta doctrina era ya cultivada en los discretos 'cabinets
particuliers' —lujosos comedores
privados-dormitorios-boudoir—, infaltables en los restaurantes
de nombre que poblaban el París de comienzos del siglo
actual.
Lo cierto es que la moderna ciencia médica reconoce
un muy limitado número de afrodisíacos, excepción hecha de
ciertos narcóticos y bebidas alcohólicas que provocan
excitación mediante la liberación de los centros inhibitorios.
Hay dos que son seguros: las cantáridas y el yohimbé.
Hasta
dos décadas atrás, las cantáridas (bichitos importados de
Alemania que despiden reflejos tornasolados de la gama
verde-amarillento) eran preciada joya en las 'reboticas' (hoy
se llaman laboratorios) de la Argentina. Triturados en
morteros, los ovarios de estos animalitos se convertían, en la
explosiva 'cantaridina': no faltaban caballeros y damas que
las consumieran para allanarse el camino hacia el amor.
También había aprovechados que asaltaban el pudor de sus
acompañantes femeninas, echando los mágicos polvos en las
copas de sus parejas al estilo de Groucho Marx. Y los más
refinados llegaron a utilizar anillos huecos para esconder el
pérfido preparado. Es raro encontrar ahora cápsulas que lo
contengan: ha desaparecido sigilosamente de las
farmacias.
El yohimbé, por su parte, es de origen africano,
donde los aborígenes lo codiciaron durante siglos como ayuda a
sus proezas sexuales. Extraído de la certeza de un árbol del
mismo nombre, la civilización no lo ha acogido con demasiado
entusiasmo desde que prolijas investigaciones descubrieron sus
efectos tóxicos.
La gastrónoma argentina Marta Beines
coincidió en que no son directos los estímulos culinarios que
azuzan la capacidad erótica. "Los grandes donjuanes del
Renacimiento -explica- se autoconvencían de su poder
consumiendo viandas de supuestas virtudes afrodisíacas. Las
carnes de cerdo y jabalí gozaban de firme prestigio, además de
las pócimas corrientes entre los galanes de la época."Una
rotunda eficacia en los arrumacos era preferida a una vida
prolongada: recetas traídas de la India oriental ayudaban a
los caballeros a creer en sí mismos. Nada mejor, se
equivocaban, que la leche de camella joven, una bebida que
obligaría hoy a muchos ansiosos a transitar por circos y
zoológicos.
Parece indudable que los principales efectos
son de orden psíquico. El psicoanalista Natán Kauffman (35,
casado, dos hijos) cree que esta clase de alimentos tiene un
alto voltaje de sugestión. También algún valor químico
específico: "Como irritantes afectan la zona pelviana, pero
cada consumidor reacciona psicológicamente según el molde
previo de sus pautas y según el escenario en que está viviendo
sus temores inconscientes. El valor mágico e histórico que se
le atribuye al alimento afrodisíaco es instrumentado para
permitirse situaciones juzgadas como moralmente
incorrectas".
En 1825, estos mecanismos permanecían
ocultos. Fue cuando Jean Anthelme Brillat-Savarin, abogado y
político francés, que también ejercía la literatura, escribió
su 'Fisiología del gusto'. Refinado hasta el colmo, revela en
esa obra que las trufas son la mejor receta "para volver más
tiernas a las mujeres y más aptos al amor a los hombres". Las
trufas —asegura— son originarias de Grecia; pero las mejores
se pescan en Libia. Hacia 1800, no había manjar más erótico en
París: "Tienen, además, la virtud de no ser indigestas",
pontificaba el primer sibarita.
Otra tentación brotó
también en Francia: el 'absinthe', o ajenjo. Quienes lo bebían
arriesgaban la ceguera, la locura y, también, la muerte. Por
fin, su elaboración fue prohibida: destruye las células
cerebrales. Para compensar esa pérdida, llegaron los bombones
turcos (perfumados y muy dulces) y las 'baclavas' (masitas de
miel y nueces) ; legiones de pregoneros exaltaban sus virtudes
eróticas, emparentadas con los
'curries' (picantes)
hindúes.
Brillat-Savarin desliza en su libro un chisme
histórico: el Cardenal Richelieu era un devoto de las tabletas
de ámbar gris, que enardecían su ánimo siempre predispuesto a
la intriga. Otros exotismos gastronómicos que apasionaban al
Cardenal, gracias a eventuales propiedades sexy, eran la
ensalada de crisantemos, el budín a la Drácula, la torta de
ortigas y, muy apreciados, los pétalos de magnolia.
La
campeona de las recetas eróticas que circulaban por entonces
enseñaba cómo elaborar el Afrodisíaco Abisinio, estimado
"implacable con las desdeñosas".
Pero ningún alimento se
ha forjado más sólida leyenda que las ostras y los mariscos.
En el restaurante Alexandra (San Martín al 700), un mozo
testimonió: "No hay ostras que alcancen; las traemos de San
Antonio Oeste porque dicen que son muy buenas. Hay señores, de
edad Variada, que se comen hasta una docena y media. Y eso que
la porción de seis cuesta 370 pesos".
El caviar, el apio,
los alcahueiles, las zanahorias y los hongos acosan las
posiciones de vanguardia, en lo que a popularidad se refiere.
Entre las especias, la nuez moscada y el clavo de olor
acaparan las preferencias. Hay frutas que sin contener, ni por
asomo, propiedades excitantes, concentran poderes eróticos
simbólicos, de fuerte dosis psíquica. La gastrónoma Janine
Larmoth señala el caso de las cerezas y las uvas; recuerda
incluso a Greta Garbo, en una escena de Reina Cristina;
enroscada en un pilar de su cama, mordisquea un racimo de uvas
con la cabeza inclinada hacia atrás, mientras su amante la
mira embelesado.
Sea como fuere, los gourmets, que también
hacen un culto de la diosa Afrodita, recomiendan comidas
austeras y poco alcohol para obtener victorias en tan ardoroso
terreno. A coro coinciden en que es imposible despertar la
lujuria sexual; eso sí, se puede ayudar a desperezarla."
(1968)
La receta
erótica
Ingredientes: 2 terrones de azúcar, 1
chorrito de licor de naranjas amargas, 1 vaso de vino de
Oporto, 1 cascarilla de limón, 4 clavos de olor y una pizca de
nuez moscada. Preparación: en una taza se mezclan el
azúcar, el licor de naranjas y el oporto; Iuego se la llena de
agua hasta el borde. El recipiente se coloca a fuego vivo y,
cuando comienza a hervir el menjunje, se agregan la cáscara de
limón y los clavos de olor.
Al
servir: perfumar con nuez moscada.
la cocina
practica 1979
salut y buen
provecho
picamiel